La Inteligencia artificial (IA) parece haber ocupado con fuerza la consideración global. Sitios web, redes sociales y aplicaciones de distinta naturaleza, se hacen eco de los beneficios de la IA. La irrupción del popular chat GPT asombra con sus respuestas. Horizontes inimaginables asoman con inusitada proximidad. Algunos auguran escenarios apocalípticos. Otros se aventuran a mares de infinitas posibilidades.
Ahora bien. ¿Qué es la IA? Primero debiéramos aclarar que no a todo recurso tecnológico en el campo de la informática aplica la noción de IA. Un software para gestión de stock, por ejemplo, no es por sí solo una IA. ¿Qué es entonces la IA? La IA es la simulación de procesos de inteligencia humana por parte de máquinas, especialmente sistemas informáticos. La simulación de la inteligencia humana se logra a través del uso de algoritmos, redes neuronales y modelos de aprendizaje automático. Estos sistemas permiten que las máquinas puedan procesar y analizar grandes cantidades de datos para tomar decisiones y realizar tareas que antes solo podían ser realizadas por humanos (Esta definición es la respuesta de Luzia, Chatbot de IA en WhatsApp). Es decir que, a partir del procesamiento de gran cantidad de información (datos), la IA emula el aprendizaje humano de tal modo de poder ofrecer respuestas (aprendidas) a quienes se la requieran en distintos momentos y terrenos de la vida humana.
Muchos debates se abren en torno al desarrollo de la IA. En marzo de 2022, Elon Musk pidió detener la investigación en IA junto a otros líderes tecnológicos. A través de una carta dijeron que este desarrollo significaba “riesgos profundos para la sociedad y la humanidad”. La IA pareciera estar apoderándose de todos los campos del saber y de la actividad humana. En algún punto podríamos correr el riesgo de no distinguir un producto o respuesta humanos de uno generado por IA. También se teme el reemplazo del capital humano por la IA. El avance feroz de la IA amenaza ocupaciones de alto nivel educativo y salarios, que parecían al margen de la automatización. Otra de las preguntas tiene que ver con la fuente de los aprendizajes de la IA, es decir de dónde toma la información sobre la que construye su “saber”. Los sesgos e intereses particulares son un gran interrogante ante un paradigma global de grandes desigualdades. La acumulación de poder por parte de unos pocos podría acrecentarse vertiginosamente.
Hace unos años se temía que el avance de la robotización acarrearía la pérdida de miles de puestos de trabajo asignados a personas de baja calificación laboral o con poca educación formal. La irrupción de la IA ha puesto en el centro de la escena la alarma sobre la pérdida de oportunidades laborales a personas de alta capacitación y formación. Vemos que, en general, las profesiones más afectadas son las mejor pagadas y las que requieren mayor nivel de educación.
El ámbito de la educación es un terreno clave en el debate sobre la IA. Muchos han visto un segmento a explotar y a seguir de cerca. Desde el desarrollo de plataformas para el aprendizaje en las distintas áreas del conocimiento hasta la producción de contenidos monográficos. Las posibilidades son muy amplias. Se visualizan ventajas como, por ejemplo, sistemas de enseñanza adaptativos (personalización); producción de plataformas para el trabajo colaborativo (aprender jugando, diagnósticos). Además, la IA podría ofrecer mejores respuestas para la toma de decisiones de política educativa (análisis de datos, estadística, procesos de aprendizaje y seguimientos académicos, etc). Quienes evalúan las ventajas también señalan los riesgos: la preocupación por la protección de la privacidad, la problemática de los sesgos implícitos en la IA, y la inequidad educativa, entre otros.
¿Y si en un futuro no fueran necesarios los docentes en el proceso de enseñanza aprendizaje en nuestros centros educativos? ¿Si fuéramos reemplazados por robots humanoides que llevaran adelante las secuencias didácticas y el seguimiento personalizado de los estudiantes? ¿Sería viable un modelo semejante? Aunque no podemos dar respuesta acabada a tales interrogantes, y el debate queda abierto, nos resistimos a creer en un futuro gobernado por las máquinas. La profesión docente se perfila cada vez menos como una tarea de mera transmisión de contenidos y saberes. Además, aquellos trabajos de cuidado de personas y enseñanza, lo vinculado con la empatía y las emociones continuarían siendo requeridos.
Tal vez el avance de la IA venga a traernos a los docentes, la oportunidad de redescubrir el capital más valioso y genético que poseemos: humanidad. Pues es precisamente en la humanidad donde se produce un admirable intercambio y a partir del cual podemos verdaderamente aprender, crecer… y sentir.
Referencias
Luzia, chatbot de WhatsApp
Jara – Ochoa, Usos y efecto de la IA en educación, BID. Tomado de https://publications.iadb.org/es/usos-y-efectos-de-la-inteligencia-artificial-en-educacion gclid=CjwKCAjwxaanBhBQEiwA84TVXEWuQZh5SRc8nGnsPVy7WRrshh9jdF4t5lrR3QU0TDkIWqkuwjkHdRoCbZUQAvD_BwE [25.08.2022]
Fernández, M., ¿Y ahora qué estudiamos?, tomado de https://www.infobae.com/realidad-aumentada/2023/08/21/y-ahora-que-estudiamos-las-profesiones-que-creiamos-a-salvo-son-las-que-mayor-riesgo-corren-ante-la-ia/ [21.08.2023]
Ilustraciones: imágenes libres tomadas de https://www.pexels.com/es-es/