Chat GPT: el prompting ¿nueva habilidad para estudiantes y docentes?

«Aprovechando la Alianza Estudiante-Algoritmo: El Uso Ético de Chat GPT en la Educación Superior

En la actualidad, la inteligencia artificial, como el modelo de lenguaje GPT-3, se ha convertido en un aliado invaluable para estudiantes de nivel superior. No obstante, su uso va más allá de simplemente mejorar la productividad, y se extiende a la necesidad de un enfoque ético en la educación superior. En este blog educativo, exploraremos cómo los estudiantes pueden utilizar Chat GPT de manera ética para fortalecer el aprendizaje personal y cómo pueden fusionar exitosamente las capacidades de los algoritmos con la inteligencia humana.

La ética en el uso de Chat GPT

  1. Transparencia y Atribución: Es crucial dar crédito a las contribuciones de GPT en tu trabajo. Reconocer la ayuda proporcionada por el algoritmo es esencial para mantener la integridad académica y la honestidad intelectual.
  2. Evaluación Crítica: Si bien GPT puede ofrecer información y soluciones, es responsabilidad del estudiante evaluar críticamente los resultados. No todas las respuestas generadas por el algoritmo son necesariamente correctas o relevantes.
  3. Privacidad y Seguridad: Asegúrate de utilizar GPT de manera que respete la privacidad y los derechos de otros. Evita compartir información confidencial o utilizar el algoritmo para fines inapropiados o ilegales.

El Aprendizaje Personal Reforzado por Chat GPT

  1. Investigación y Generación de Contenido: Utiliza GPT para agilizar la investigación y la generación de contenido, pero no te limites a copiar y pegar. Integra la información generada de manera coherente en tu trabajo.
  2. Exploración de Perspectivas: GPT puede ofrecer diferentes enfoques y perspectivas. Emplea esta capacidad para explorar ideas y conceptos desde diversas ópticas, enriqueciendo tus proyectos académicos.
  3. Resolución de Problemas: Aborda problemas complejos con la ayuda de GPT. El algoritmo puede sugerir soluciones, pero es fundamental que las comprendas y las adaptes a tu contexto.

Fortalecimiento de la Alianza Humano-Algoritmo

  1. Colaboración Inteligente: Considera a GPT como un compañero inteligente en tu proceso de aprendizaje. Trabaja en conjunto con el algoritmo para potenciar tus habilidades de investigación y resolución de problemas.
  2. Acoplamiento de Habilidades: Combina las capacidades de Chat GPT con tus habilidades cognitivas y de pensamiento crítico. Esto crea una simbiosis única que mejora tu eficiencia y calidad en el trabajo académico.
  3. Desarrollo de Habilidades Futuras: Aprovecha la oportunidad de aprender a interactuar con algoritmos, ya que esta habilidad será cada vez más relevante en el mundo laboral y académico.

En resumen, el uso de Chat GPT en la educación superior puede ser un recurso poderoso cuando se maneja con responsabilidad y ética. Aprovecha su potencial para fortalecer tu aprendizaje personal y el trabajo conjunto entre humanos y algoritmos. Al hacerlo, estarás preparándote no solo para una educación más efectiva, sino también para un futuro profesional donde la colaboración con la inteligencia artificial se está volviendo cada vez más común y necesaria». (GPT-3, 2021).

¿Qué opinan de las sugerencias brindadas? ¿Y del desarrollo de todo el texto? Lo que acaban de leer es un texto generado íntegramente por Chat GPT, esta «inteligencia» artificial generativa que tanto está dando que hablar. El output procede del ingreso de un prompting específico para obtener el resultado que se buscaba. ¿Y si el prompting hubiera sido otro? ¿Qué habrían generado estos algoritmos?

Definamos prompting:

Se refiere a la habilidad de hacer preguntas o peticiones efectivas a la IA, de manera que pueda generar respuestas útiles para mi práctica docente. El ‘Prompting’ bien desarrollado, me permite controlar y dirigir a la IA, pero también me lleva a profundizar en mi propia práctica docente. ¿Cómo es eso? Bueno, para hacer un buen prompt, tengo que aclarar qué quiero lograr, ser consciente de
mis supuestos y considerar diferentes perspectivas. ¡Tengo que solucionarle la crisis de identidad al ChatGPT!
Además, enseñar ‘Prompting’ a mis estudiantes puede ser una forma fantástica de ayudarles a desarrollar su pensamiento crítico. Es como decirles: «Escuchen, no sólo les estoy enseñando a hablar con esta máquina, sino también a hacer las preguntas correctas, a explorar diferentes ideas, a avanzar en un diálogo productivo y a tomar decisiones informadas». (…) Necesito entender cómo la IA interpreta y responde a mis prompts y adaptar mis preguntas en consecuencia. Esto requiere paciencia, práctica y una curva de aprendizaje que a veces puede parecer tan complicada como armar un mueble de Carrefour. (…) No se trata sólo de aprender a «usar» la IA, sino de interactuar con ella de manera crítica, creativa y reflexiva.

(Craig, 2023, p. 19-20)

Entre el espanto tecnofóbico, las prohibiciones y el optimismo transhumanista; y por otro lado, los numerosos artículos, cursos, conferencias y gurúes que circulan por ahí que aprovechan la sed de recetas o de solucionismo tecnológico (como diría Morozov), yo sólo me animo a citar la recomendación de Fernando Bordignon:

Referencias

Bordognon, F. (2023, mayo 15). Saberes digitales. https://www.facebook.com/groups/178713452927017

Craig, D. (2023). Tercero en discordia. Docente, Alumno, IA. Reflexiones ante la irrupción de ChatGPT
en la Formación Docente

GPT-3 (2021). OpenAI. https://chat.openai.com/.

Morozov, E. (2016). La locura del solucionismo tecnológico. Buenos Aires: Katz editores y Capital Intelectual.

La educación no es preparación para la vida

Hace unos días me llegó un breve artículo de Luis Sujatovich, «La batalla cultural no sólo debe darse en el aula». Un título por demás sugerente.

No ingresaré en algunas discusiones simplistas o moralistas que se dan en determinados espacios sobre esta expresión. Me interesa la idea en tanto se vincula al concepto de «educación informal», un concepto familiar que se reproduce en algunos institutos de formación docente, con la clásica distinción de los tipos de educación: formal, informal, no formal. Como sucede en tantas clasificaciones y categorizaciones que se van sedimentando en el tiempo, pocas veces tenemos la oportunidad de desnaturalizar algunos usos. Hoy le tocó a esta categoría que lleva en la formulación de su misma palabra el sutil desprecio y la descalificación, tal como lo sugiere el autor citado. ¿Qué sucede con la cantidad de expresiones, culturas, escenarios, contextos y redes «informales» (¿ilegítimas?) en las que miles de niños, niñas, adolescentes y jóvenes se mueven con total naturalidad? ¿Qué pasó con las instituciones educativas formales y estos nuevos escenarios informales? ¿Cómo es el reconocimiento de los  intereses, problemas, discusiones, valoraciones que las nuevas generaciones vuelcan en la informalidad de procesos que también son educativos? Las respuestas adultas (y pienso específicamente en nosotros docentes) han oscilado entre cierto desconocimiento tácito y cierto desinterés o incluso molestia por lo incómodo y provocador de las rupturas que producen. El movimiento pendular no deja fuera  las miradas prejuiciosas frente a la «cultura mediática-popular» y los consumos tecnológicos por ser algo irrelevante para la cultura letrada o escolar. 

Afirma Sujatovich:

La falta de atención hacia los asuntos que generan interés en las nuevas generaciones conlleva el fracaso de la educación formal. Suponemos que la batalla cultural sólo debe darse en el aula, ya que es el único espacio legítimo y así dejamos que transcurran las discusiones, los desafíos y las modas, sin que nos percatemos de su relevancia. Y sólo parecemos notar nuestra falencia, cuando nos topamos con los terraplanistas y con quienes sostienen teorías disparatadas acerca de las vacunas o sobre las responsabilidades del último golpe cívico militar en Argentina. Ahí sí reaccionamos, pero seguimos limitando nuestra acción a la escuela. Nos llamamos a la reflexión y buscamos alternativas ante el problema, pero siempre puertas a dentro. La herencia del claustro medieval pesa mucho.

No puede evitar trasladar estas palabras a estos tiempos turbulentos de elecciones y decisiones políticas, en las que los adultos, asombrados, salen con desesperación a cazar el voto joven. Fogoneado desde estos espacios educativos informales-tecnológicos, en muchos casos se lo acusa de un voto irracional, ingenuo y superficial pero que en muchos casos se muestra clara y activamente militante de propuestas dañinas para la democracia.

La culpabilización ajena no hace más que afirmar los prejuicios, no corresponde. La responsabilidad adulta frente a las nuevas generaciones nos obliga a no mirar al costado y asumir que algo salió mal con nuestra legitimada «educación formal» y el olvido de otros modos de educar-senos tan potentes como la escuela (y más). La escuela ya no debiera reconocerse como ese «templo del saber» ajeno a las mediaciones del mundo.

Además de reconocer que «todas las formas de educación se necesitan entre sí y deben ser valoradas y aprovechadas en conjunto», quizás podríamos recordar la propuesta de John Dewey, aquel que concibió la escuela como un espacio de reflexión de experiencias relevantes de la vida social para que sus integrantes pudieran desarrollar una ciudadanía plena (y no estoy hablando de las intromisiones o desvíos neoliberales en educación plasmadas en espacios curriculares como los de Formación para la Vida y el Trabajo). Es necesario pensar de nuevo en las formas, en los modos de llevar adelante esta batalla cultural. Porque como decía este pedagogo y filósofo: 

La educación no es preparación para la vida, la educación es la vida en sí misma.

Referencias 

Sujatovich, L. (2023). La batalla cultural no sólo debe darse en el aula. Recuperado de https://gacetaeducativa.com.ar/la-batalla-cultural-no-solo-debe-darse-en-el-aula-luis-sujatovich/

  • Texto publicado originalmente en https://sergiowsalguero.blogspot.com/2023/09/hoy-me-llego-un-breve-articulo-de-luis.html

De docentes cyborgs y centauros. Por una simbiosis educativa

La historia cuenta que la llamada “carrera espacial” fue fruto de las tensiones internacionales surgidas luego de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, sería el lanzamiento soviético del Sputnik 1, el 4 de octubre de 1957, el hecho marcado como fundacional. En este contexto  aparece en 1960 el término cyborg (acrónimo de “organismo cibernético”) una criatura formada por elementos orgánicos y cibernéticos, un ser humano mejorado a través de una relación más íntima con las máquinas en el contexto de la reciente exploración espacial.

UNSPECIFIED – JANUARY 01: Exposition Of Sputnik I Sphere (Photo by Keystone-France/Gamma-Keystone via Getty Images)

En una fecha cercana, el filósofo español Ortega y Gasset escribía en su “Meditación sobre la técnica”, que el ser humano es una especie de “centauro ontológico”. Como la criatura de la mitología griega, mitad hombre mitad caballo, el hombre es al mismo tiempo un ser natural y extra-natural, un ser que va más allá de la naturaleza a través de la técnica. Su modo de habitar el mundo surge por la técnica que funciona como una sobrenaturaleza, creada para resolver los obstáculos o problemas a los que el hombre se enfrentaba. 

Estos dos términos cobran valor luego de la pandemia atravesada y del impacto de la tecnología en la necesidad de sostener la educación. Sin analizar las diferentes posiciones que se adoptaron, lo cierto es que habría que considerar dos aspectos: evitar confundir las posibilidades de la tecnología educativa con nuestras posibilidades frente a la tecnología educativa. Y por otro, recordar que el uso de tecnología en educación no es novedoso (en todo caso lo novedoso es la actual transformación digital). Por nombrar solo un ejemplo, tenemos en Comenio su Orbis sensualium pictus como el primer texto ilustrado para niños y niñas, una verdadera tecnología mediadora del proceso de enseñanza y aprendizaje. Al fin y al cabo la tarea educativa no es más que la búsqueda permanente de encontrar los mejores mediadores didácticos (materiales) para un mejor aprendizaje.

Hoy, la actual proliferación de materiales de enseñanza lleva implícita la conciencia del incremento de seres híbridos configurados con cualidades humanas y no-humanas. Seguir sosteniendo en un escenario como este que la causa de un acto educativo depende en particular de las intenciones de un sujeto educador es mantener todavía esa división moderna entre naturaleza y cultura que acentúan el carácter instrumental o “intermediario” de los artefactos que produce un docente, cuando en realidad “hay que reconocer el carácter híbrido de la humanidad, es decir reconocer que no somos más aquellos animales desprovistos de tecnologías, sino que co-existimos a causa de composiciones que involucran instituciones, objetos, procedimientos” (Correa Moreira, 2012, p. 75).

En este sentido podríamos decir que cada docente es como un centauro, en el que los materiales y tecnologías utilizadas se conjugan en su tarea como una sobrenaturaleza, en términos de Ortega y Gasset. Pero el término de cyborg resulta más descriptivo: un docente cyborg es una figura que  implica una redefinición de los roles pedagógicos y una tarea política que debe estar presente permanentemente en el sistema educativo, esto es, buscar los acoplamientos ideales “para lograr aprendizajes que serían difíciles de producir entre humanos solos o sólo entre máquinas”. 

El concepto de cyborg definido por Donna Haraway (1995), una de las referentes de las miradas desantropologizadoras, como “un organismo cibernético, un híbrido de máquina y organismo, una criatura de realidad social y también de ficción” posee la riqueza necesaria para repensar la tarea de enseñar. Una nueva interfaz donde docentes y mediadores técnicos pueden configurar un nuevo modo histórico que supere el antropocentrismo clásico de la pedagogía y abandone la interpretación de la cultura desde este presupuesto.

Quizás uno de los riesgos (deterministas o instrumentalistas) pueda darse a partir de algunas políticas educativas que se encuentran priorizando la llamada cultura digital, entendida en la práctica como la inclusión de robótica y programación en las escuelas. Sería motivo de otro trabajo pero es preciso alertar que no es lo mismo cultura digital que cultura tecnológica, no es lo mismo pensamiento computacional que programación, no es lo mismo el lenguaje de bloques que el lenguaje escrito, o que no es lo mismo la programación clásica que la programación creativa (más expresiva que funcional). Y cada una de estas diferencias presenta sus problemas. En este caso, las propuestas educativas corren el riesgo de ser reducidas al instrumentalismo que dicen negar pero que en definitiva se encuentran muy cerca de las propuestas de un sistema informático que produce objetos digitales interactivos sin considerar su dimensión cultural y, en general, poco comprendido por la mayoría de los docentes. Sumado al problema del solucionismo tecnológico del que hablaba Morozov y el fetichismo de los aparatos como la solución a todos los problemas pedagógicos.

Caer en la figura diferente del autómata no sería deseable. Así describe Sandrone (2020) esta figura: “un enorme leviatán digital de mil computadoras, en cuyas terminales, millones de humanos tipean incansablemente en tareas mecánicas y agotadoras, enviando archivos infatigablemente, elaborando textos y contenidos audiovisuales de manera constante. Cuando se percibe al sistema de máquinas como un autómata que nos subordina, se piensa a la máquina como lo otro del humano, que obstaculiza los vínculos humano-humano y, por lo tanto, los procesos de enseñanza y aprendizaje (…) La diferencia entre el cyborg y el autómata, como modelos conceptuales para pensar la realidad del trabajo entre las máquinas, radica en el tipo de actividad que realizan los humanos, pero también en la forma en que se organizan” (p. 21).

La figura del cyborg  implica una interacción constante entre los elementos que conforman el sistema educativo, lo que permite la creación de un ensamblaje que potencia las capacidades de cada uno de ellos. Sin la primacía antropológica. En este sentido, la simbiosis educativa es una forma de construir el docente cyborg, ya que implica la integración de las tecnologías en el proceso educativo y la participación activa de los docentes en el diseño e  invención de estos nuevos ensamblajes junto a sus estudiantes. Está claro que con lo dicho hasta aquí nos alejamos de las tendencias que ven en las pantallas, los celulares y en Chat GPT, una amenaza.

La educación tiene ahora una gran oportunidad para repensarse desde otros supuestos, alejarse de las perspectivas antropocéntricas que la definieron y dominaron desde la modernidad, cuestionar sus características funcionales y mediadoras y comenzar a zanjar ese «gran desgarro que funda nuestro modo de ser en el mundo (nuestra relación con la naturaleza)», con los objetos, con la tecnología. Como afirma Morton, se trata de “encontrar, recuperar, nuestro lugar en el mundo en función de lo real simbiótico, es decir, a partir de la comprensión de que nuestra existencia está atravesada por otras existencias, no porque dependamos de ellas, sino porque somos simbióticamente parte.» 

Salud, “cyborg educador”.

Referencias

ChatGPT, comunicación personal, 03 de setiembre de 2023.

Correa Moreira, G. (2012): “El concepto de mediación técnica en Bruno Latour. Una aproximación a la teoría del actor-red”, en Psicología, Conocimiento y Sociedad, Vol. 2, Nº 1, pp. 54-79.

Haraway, D. (1995) Ciencia, Cyborg y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Madrid: Cátedra.

Morton, T. (2019). Humanidad. Solidaridad con los no-humanos, traducción de Paola Cortés Rocca, Adriana Hidalgo.

Ortega y Gasset, J. (2000). Meditación de la técnica y otros ensayos sobre ciencia y filosofía. Madrid: Alianza, 13.

Sandrone, D. (2020). Cyborg educador Propuesta Educativa, vol. 2, núm. 54, pp. 18-30.

Nadie piensa académicamente

I
“La peste del hombre es la opinión de saber”, escribía Montaigne en el Libro II de sus Ensayos, allá por el siglo XVI . Frente a la sed de certezas el francés tomaba posición en favor de su sentencia, “¿Qué es lo que sé?”. Está claro. Un escepticismo activo que recupera la duda es el camino contra cualquier fanatismo. Se cuenta por ahí que hizo acuñar una especie de medalla o moneda con esta expresión para no olvidar durante sus viajes, su escepticismo característico.

Esta posición epistémica resultó fundamental todo este tiempo en el que la enseñanza como oficio marcó mi proyecto de vida. Sobre todo para contrarrestar los efectos de esa creencia en detentar algún saber que otros no tienen y que según nosotros, deberían tener. La tentación de influir en un otro y moldearlo a “imagen y semejanza” sostenidos por un saber absoluto que debe transmitirse, explicarse, volcarse, o depositarse socava toda genuina enseñanza. Está ahí, acechando todo el tiempo. Aunque es fundamental el reconocimiento de un saber supuesto como condición para establecer el vínculo pedagógico, es menester reconocer que efectivamente sabemos algunas cosas pero también ignoramos unas cuántas más. “¿Qué es lo que sé?”.

Los intentos de escritura, acompañados muchas veces por cruces, diálogos y cuestionamientos, la socialización de saberes construidos y a legitimar, los esfuerzos por lograr cierta transmisión, no fueron una empresa fácil. La academia tampoco lo hizo fácil. La explicación parece que siempre se impone como método. Cada vez que me enfrentaba al proceso de escribir me quedaba esa rara sensación de que metodológicamente había algo que no terminaba de cerrar para dar cuenta de mi oficio. Quizás se deba a su propia naturaleza en la que resulta imposible pensar la enseñanza sin esa mística especial que actualiza en un eterno presente y de manera casi inseparable aquello que somos, pensamos y hacemos. Intuyo entonces que el estilo académico no alcanza a tocar esos rincones de un saber y una práctica que tiñen la vida completa de quien enseña, y en la que todo siempre está escribiéndose.

En este punto la clásica obra ensayística de Montaigne es un ejemplo de no buscar aleccionar al lector. La adopción del ensayo como estilo dista mucho del discurso universitario, uno de los cuatro discursos propuestos por Lacan. El ensayo no busca imponer el tono magisterial ni pretende actuar como tal. Por supuesto que la verdad importa, sin embargo huye de todo dogmatismo, fanatismo, o ignorancia. “¿Qué es lo que sé?”. Es la expresión de la duda pero que implica al sujeto vital, “Soy yo mismo el sujeto de mi libro”.

II
Algunos indicios para pensar la adopción del ensayo como estilo los encontré en la prosa de Vilém Flusser. Filósofo checo-brasileño nacido en la antigua Checoslovaquia, hijo de intelectuales judíos, emigró tras la ocupación nazi a Londres, luego a Brasil, y tras el tiempo de la dictadura nuevamente a Europa. Las marcas de lo incierto, dan muestras de una vida en permanente ensayo.

Para muchos es un intelectual inclasificable y un pensador visionario que supo leer los vínculos entre culturas y tecnologías, pero la variedad y riqueza de su pensamiento le permitió discutir un abanico de temáticas como la comunicación, la historia y crítica cultural, la filosofía del lenguaje, la religión, el diseño, la economía política, el arte. Será su ensayo Hacia una filosofía de la fotografía el que le dará difusión internacional. Las imágenes técnicas, las producidas por aparatos, representan un punto de inflexión cultural y un cambio social radical que requiere de nuevas categorías para pensar.

Entre sus numerosos artículos y libros adoptó el ensayo como “esa forma híbrida entre poesía y prosa, entre filosofía y periodismo, entre aforismo y discurso, entre tratado académico y vulgarización, entre crítica y criticado”.

Frente a la falta de imaginación y a la formulación despersonalizada del pensamiento sus argumentos resultan provocadores. El estilo académico, lo que llamaríamos “tratado”, ofrece honestidad intelectual pero sacrifica la honestidad existencial, privilegia el intelecto pero desecha el cuerpo. En lugar de un “Yo” comprometido en el ensayo se lo reemplaza por un impersonal “se” o la modestia de un “nosotros”. Modestia… Me quedo pensando en una respuesta de Barrantes, personaje de Megafón o la guerra, novela de Leopoldo Marechal: “la modestia es el calzoncillo gris de los mediocres”.

Al estilo ensayístico de Flusser se lo denominó ficción filosófica, o teoría-ficción. Para algunos recuerda al polaco Stanislaw Lem, el autor de Solaris, referente de la literatura especulativa. Ambos, sin duda, comparten cuestionamientos y ese halo visionario de lo por-venir, aunque me atrevo a afirmar, de sensibilidades diferentes frente a la emergencia de los avances de la técnica, el primero más optimista; el segundo más pesimista frente a lo celebratorio por la novedad. Las marcas de su vida pueden explicar como hipótesis la elección del ensayo. Desde sus 19 años experimentó el desarraigo, su condición de permanente migrante. De esta condición seguramente brotó su espíritu autodidacta y su metodología dialógica marcando su estilo de interacción con los otros. Al fin y al cabo la comunicación no es otra cosa que “un artificio cuya intención es hacernos olvidar la brutal falta de sentido de una vida condenada a la muerte”.

Flusser escribe filosofía como ficción. Muestra, provoca, dribla, alude y propone más que demostrar, afirmar, esclarecer o dogmatizar. Su habilidad en la condición ficcional de su discurso para mezclar metáfora y silogismo, proposiciones con ironía, invitan al desafío de su lectura.

Algunos afirman que el hecho de que Flusser haya optado por el estilo ensayístico le significó en Latinoamérica su falta de reconocimiento como filósofo de los medios, de los fenómenos y de los procesos de la comunicación. El filósofo no duda en afirmar que toda escritura académica es una pose, un esfuerzo deliberado, con la belleza del rigor intelectual, pero hay que reconocer que “nadie piensa académicamente”. Por lo tanto es necesaria una decisión crucial, casi existencial, al inicio de toda escritura, una responsabilidad de elección. Y no se trata solo de un problema de forma, también de contenido. Y sobre todo un problema relacional: “En el caso del tratado, pensaré mi tema y discutiré con mis otros. En el caso del ensayo, viviré mi tema y dialogaré con mis otros. En el primer caso, buscaré explicar mi tema. En el segundo, buscaré implicarme en él”.

Ahora bien, la empresa ensayística tiene sus riesgos (también su belleza) expresados en la tensión pensamiento-vida. En el camino de implicarse en el tema se lo puede perder. Lo que no deberíamos olvidar es que esta tensión no necesariamente debe ser resuelta. Un ensayo debería funcionar como un tiempo agónico, un enigma que no se resuelve y en el que estamos implicados. ¿Acaso esto no es en esencia enseñar y aprender?

Y antes que el cientificismo y el academicismo me salgan al cruce, recuerdo que para Flusser esta elección por el ensayo es más clara en el terreno de las ciencias sociales o de la filosofía. Así lo advierte: ¿cómo podríamos imaginar un compromiso no académico en temas como “la anatomía de las cucarachas”? Sin embargo, matizando esta antinomia que pueda leerse exagerada, Flusser reconoce que en ambos, tratado y ensayo, hay momentos que pueden cambiar de carácter. Pero la decisión previa es la que marcará el clima. En definitiva en las universidades se podría proponer el juego de cierta superación dialéctica entre ambos estilos.

Como intelectual y educador su posición era clara: “provocar inquietud en los receptores (…) provocar zonas de subversión intelectual”. Y para ello es evidente que dialogar, imaginar e implicarse sin miedo en la ficción, en el ensayo, permitiría jugar el juego de la comprensión y subversión del pensamiento, mucho más que afianzarse en las habilidades lógicas del academicismo. Sobre esto ya nos alertaba Jacques Ranciére en El maestro ignorante, enseñar supone hacerle frente a la tiranía de la explicación.

Artículo publicado originalmente en Revista La Tecl@ Eñe, el 13 de junio de 2023. Disponible en: https://lateclaenerevista.com/nadie-piensa-academicamente-por-sergio-walter-salguero/

Nuevas tecnologías y educación

En el último tiempo, es evidente que se ha visto un gran avance de las nuevas
tecnologías aplicadas a un sinnúmero de ámbitos de la vida. La era digital realizó un
fuerte aterrizaje en el tiempo de la pandemia por Covid 19 (home office,
telemedicina, reuniones por videollamadas, call center, etc.). La educación no se
encuentra exenta de esta ola. Los procesos de enseñanza y aprendizaje también se han
visto involucrados en caminos de innovación a partir de nuevas herramientas surgidas
de la era digital y la inteligencia artificial. La tecnopedagogía asoma como un campo
específico aplicado a la educación.
En nuestro Instituto Superior de Formación Docente hemos tenido como definición
institucional, hasta ahora, la «educación domiciliaria y hospitalaria». A partir de los
cambios experimentados, y diversos diálogos, hemos visto conveniente migrar hacia
un enfoque tecnopedagógico.
En Seminario I (Tecnoética), procuramos adentrarnos en la reflexión de la
cuestión tecnológica como constante actual de nuestro mundo, valorando lo positivo
de los avances y las posibilidades que genera, y desarrollando posicionamientos
críticos ante el paradigma tecnocrático. “La humanidad ha ingresado en una nueva
era en la que el poderío tecnológico nos pone en una encrucijada. Somos los
herederos de dos siglos de enormes olas de cambio: el motor a vapor, el ferrocarril, el
telégrafo, la electricidad, el automóvil, el avión, las industrias químicas, la medicina
moderna, la informática y, más recientemente, la revolución digital, la robótica, las
biotecnologías, y las nanotecnologías. Es justo alegrarse ante estos avances, y
entusiasmarse frente a las amplias posibilidades que nos abren estas constantes
novedades, porque «la ciencia y la tecnología son un maravilloso producto de la
creatividad humana donada por Dios».” (Papa Francisco, Laudato Si, sobre el
cuidado de la casa común, 2015, nº 102)
El desarrollo tecnológico otorga al ser humano una sensación de dominio y poder
como nunca antes se había experimentado. El uso de las posibilidades tecnológicas
presenta innumerables dilemas éticos. Basta pensar en los avances de la inteligencia
artificial y los sesgos que pueda contener para el dominio y control de la humanidad.
En el campo educativo su aplicación puede sortear barreras y ser de gran ayuda para
el proceso de enseñanza y aprendizaje. Nuevas plataformas, sistemas de gestión
escolar, procesos automatizados, herramientas didácticas, etc., aparecen cada vez más
al alcance de los docentes y estudiantes. Un ejemplo que asoma es la pregunta por la igualdad
de oportunidades para el acceso a las nuevas tecnologías.
Como sea, estamos amaneciendo a un mundo en el que el “paradigma tecnocrático se
ha vuelto tan dominante que es muy difícil prescindir de sus recursos” (ibídem, nº
108). Es por eso que necesitamos no perder el foco del proceso de
enseñanza y aprendizaje: la persona.

Tecnologías: preguntas que siguen vigentes

«No hay ningún artefacto que sea visionario» (Cerati).

Hace un tiempo atrás publiqué en mi blog un breve texto sobre un visionario artículo de Héctor «Toto» Schmucler, un teórico de la comunicación muy querido en el ámbito académico cordobés.

Como docente de espacios con impronta curricular tecnológica me sigo preguntando, en esta vuelta a la presencialidad, por esa tecnología que se encuentra mediando en los procesos educativos. Y esa pregunta no tiene que ver tanto por el impacto de la novedad como por la permanencia de visiones instrumentales que en muchas ocasiones se reproducen o son reforzadas en el profesorado de todos los niveles del sistema.

Así recordé La educación en la sociedad informatizada, un ensayo de época pero con derivaciones actuales, que formuló Héctor Schmucler en 1983 sobre la enseñanza programada a partir de las primeras referencias de Skinner y Pressey. Sus descripciones mencionan el uso de las computadoras en diferentes modalidades: ejercitación o repaso, simulación, heurística o uso de banco de datos, aprendizaje por exploración, y los juegos de computadora. Descripciones que bien podrían hacerse en nuestro tiempo con la salvedad de los avances en materia de programación y en dispositivos digitales, como también en ¿nuevas? estrategias didácticas con tecnología.

Pero lo que más me interesó de este artículo es la concepción de la tecnología como un fenómeno social de envergadura, donde el autor ya reconocía el papel de las grandes empresas para imponer determinadas tecnologías vinculadas a sus proyectos económicos.

Esta pandemia que vivimos pareció olvidar este aspecto en las discusiones dentro de las instituciones educativas, compresnivamente centradas en el plano de la inmediatez, apremiadas por sostener la continuidad pedagógica. Aquí recordé otros aportes teóricos: como los referidos a “la locura del solucionismo tecnológico” (Evgeny Morozov), el frenesí instrumentalista o el determinismo tecnológico (Langdon Winner), en este último caso el autor nos alertará sobre la equivocada neutralidad de la tecnología y que “los artefactos tienen política”.

Schmucler formula algunos interrogantes que no han perdido vigencia, todo lo contrario, y nos interpelan para recordar preguntas olvidadas o las que debiéramos crear, esas que incomodan y no se hacen. Frente a esa aparente “neutralidad” de lo tecnológico y su “inevitable progreso”:

¿por qué se quiere educar? Luego se desgranarán otros, si es que la primera pregunta ha encontrado respuesta : ¿cómo educar para lograr los objetivos buscados? ¿qué tecnologías educativas utilizar para facilitar ese cómo? La primera pregunta es la clave y su respuesta se vincula a la manera en que se concibe la sociedad y al individuo que constituye esa sociedad. En un sentido más amplio, la respuesta alude a la idea que se tenga del mundo y de los seres humanos” .

Schmucler, H. (1983). La educación en la sociedad informatizada. Chasqui. Revista Latinoamericana de Comunicación, 0(6), 12 – 21 (p. 19)

Podríamos afirmar que en muchas oportunidades asistimos a una “desvinculación técnica, cultural y representacional” (Parselis, 2018) que olvida que “la tecnología es la forma concreta que toma la relación de los hombres con los otros hombres y de ellos con el mundo material que los rodea. En su uso, el propio hombre se modifica y elabora su propia historia” (p. 19).

No se trata de la eficiencia técnica, ni de la comodidad didáctica, se trata de «… si la educación sirve para que los seres humanos se sientan más felices en la tierra” (p. 21). Y eso requiere hoy, por ejemplo, formularse  nuevos interrogantes, Desde aquellos que problematizan que «el medio es el mensaje» (McLuhan, ) o la vigencia del software como una interfaz cultural (Manovich, 2008) o las preguntas sobre nuestra humanidad aumentada, la digitalización del mundo y las hipermediaciones (Sadin, 2017; Scolari, 2008) o los problemas sociales, laborales, generados por un capitalismo de plataformas (Srnicek, 2019), o quizás, la urgente necesidad de un modelo alternativo que pueda sacarnos de la alienación tecnológica y tomar el control del diseño hacia nuevas tecnologías entrañables  (Quintanilla et al, 2017). 

Un cierre de lujo, en palabras del propio Schmucler, decía así:

Si el mundo no se formula nuevas preguntas e insiste sólo en buscar respuestas diferentes a interrogantes viejos, la sombra que ya proyecta el año 2000 se asemejará más a una amenaza que a un halago protector. Lo cierto es que las computadoras están entre nosotros, que difícilmente podamos evadirnos del proceso que recorre el mundo y que existen desafíos concretos a resolver para una población que crece a ritmo acelerado (…) ¿Qué hacer? ¿Sobre qué memoria imaginar el futuro? ¿Cómo hacer que la gente coma y ría al mismo tiempo? Estas preguntas deberían estar detrás de todas las decisiones tecnológicas. Si se requiere valor para formularlas, es obvio que más valor exige encontrar respuestas adecuadas. Usar o no computadoras en la enseñanza no admite una decisión meramente instrumental. ¿A qué tipo de vida humana se quiere contribuir? Este debería ser el patrón de medida cuando llegue la hora de la elección. ¿Tendremos el tiempo necesario para que triunfe el coraje?

Schmucler, H. (1983). La educación en la sociedad informatizada. Chasqui. Revista Latinoamericana de Comunicación, 0(6), 12 – 21 (p. 21).

Material audiovisual complementario

Referencias

Morozov, E. (2016). La locura del solucionismo tecnológico. Bs. As. Katz Editores.

Sadin, E. (2017). La humanidad aumentada. La administración digital del mundo. Buenos Aires: Caja Negra.

Schmucler, H. (1983). La educación en la sociedad informatizada. Chasqui. Revista Latinoamericana de Comunicación, 0(6), 12 – 21. 

Srnicek, N. (2019). Capitalismo de plataformas. Buenos Aires: Caja Negra.

Quintanilla, M., Parselis, M., Sandrone, D. y Lawler, D. (2017). Tecnologías entrañables. Madrid: Los libros de la catarata.

Parselis, M. (2018). Dar sentido a la técnica ¿Pueden ser honestas las tecnologías? Madrid: Los libros de la catarata.

Manovich, L. (2008). El software toma el mando.

Scolari, C. (2008). Hipermediaciones.Elementos para una Teoría dela Comunicación Digital Interactiva. España: Gedisa

Winner, L. (1983). ¿Do Artifacts Have Politics? En MacKenzie et al. (eds.) (1985). The Social Shaping of Technology, Philadelphia: Open University Press.

Nuevos espacios curriculares en perspectiva tecnopedagógica

El contexto post-pandemia nos motivó a buscar nuevos espacios curriculares para asegurar un proceso formativo de calidad y de mejora en las prácticas.

Los nuevos espacios tienen como eje principal el vínculo tecnología-educación considerando diversas dimensiones que hacen a la complejidad de este vínculo, un entramado que constituye una red de actantes mediando los procesos de enseñanza y aprendizaje. A esta perspectiva la incluimos dentro del concepto de tecnopedagogía (Coll, 2011) una perspectiva que permite abandonar posiciones instrumentalistas y comprender la conformación de nuevos entornos o territorios (Tarasow, 2010) donde se construyen aprendizajes.

Con este proyecto hemos recuperado las experiencias realizadas durante la pandemia Covid-19 y la resignificación de contenidos y metodologías que se complementan con estrategias y temáticas de otros espacios similares del currículum vigente (Talleres de Lenguaje digital y audiovisual y de TIC y su enseñanza en el nivel inicial y primario).

Te invitamos a comunicarte para que puedas conocer más a fondo nuestra propuesta. 

Seguimos transformándonos para que encuentres en nosotros la mejor formación.

Coll, C. (2011). Prólogo. En A. Díaz Barriga, F. Arceo, G. Hernández Rojas y M. Rigo Lemini (Editores). Experiencias educativas con recursos digitales: prácticas de uso y diseño tecnopedagógico. UNAM.

Tarasow, F. (2010). ¿De la educación a distancia a la educación en línea? ¿Continuidad o comienzo? En Diseño de Intervenciones Educativas en Línea, Carrera de Especialización en Educación y Nuevas Tecnologías. PENT, Flacso Argentina. Módulo: Diseño de intervenciones educativas en línea.