A lo largo de la historia de la escuela como institución, muchas han sido las perspectivas teóricas y metodológicas para abordar la enseñanza de las prácticas de lectura y escritura.
Ninguna de ellas, sin embargo, contemplaba una pandemia a raíz de la cual el mundo entero se vio obligado a mantenerse aislado preventivamente en sus hogares. Esto supuso un drástico cambio en las prácticas escolares (Chartier,1999) dado que los docentes tuvimos que implementar nuevas estrategias de
acercamiento a nuestros estudiantes, en las que la tecnología fue nuestra principal… ¿aliada?
Me pregunto de qué modo las pantallas han ingresado a la cultura escolar para convertirse en nuevas materialidades escolares (Goncalvez, 2020) y cómo impactarán en esta nueva escuela que, a pesar de la pandemia, debe seguir promoviendo el desarrollo de las prácticas de lectura y escritura.
En este sentido, hace poco reflexionamos en el espacio de Alfabetización inicial sobre los nuevos modos de acceso a la cultura escrita, concretamente, a la apropiación de la escritura. ¿Vale la pena, en un mundo tan tecnológico, continuar enseñando a escribir a mano? ¿O podríamos pensar en una alfabetización que se inicie directamente en las pantallas?
Desde todo punto de vista, la sola pregunta es inquietante. Muchos de nosotros manifestamos a diario que nos es difícil escribir textos a mano: porque es más cómodo escribir en un teclado, porque es más práctico, porque es más rápido. Sin embargo, estas mismas alumnas que manifestaron que ellas no escriben a mano, juzgaron impensable la idea de que a los niños ya no se les enseñe a escribir así.
Al respecto, Anne Marie Chartier (…) plantea que la escritura a mano sigue siendo primordial, pues el lugar en el que se escribe y se lee el producto elaborado es el mismo; en cambio, si uno escribe en un teclado y luego eso aparece en una pantalla, se pierde el control sobre lo que se escribe. Pero, plantea, escribir a mano es un “gesto” que, a pesar de la llegada de otro más práctico y dinámico, debe perdurar en la alfabetización del niño al menos hasta que este tenga incorporada la lectura fluida, para que el teclado no obstaculice sino favorezca sus procesos de escritura. Esto explicaría por qué a nosotros, que ya tenemos incorporadas las prácticas de lectura y escritura (a mano) nos resulta más práctico
escribir directamente en un teclado.
Sin embargo, plantea Chartier, “hay gestos mentales que acompañan los procesos de lectura y escritura” y, en este sentido, utilizar procesadores de texto puede ser “muy fácil desde el punto de vista técnico, pero no desde el punto de vista cognitivo”. Cortar-pegar, por ejemplo, es una tarea sencilla desde el punto de vista mecánico, pero requiere habilidades mentales complejas para lograr que el texto que se corta y pega tenga sentido en esa composición escrita que estamos desarrollando.
Aquí radica la importancia de la presencia del docente como andamio en la enseñanza de estos nuevos procesos y prácticas de la lectura y la escritura.
No es una tarea para escribir a mano… pero sí para poner manos a la obra.
Referencias:
Chartier, A-M y equipo LEyE (2020). Tecnologías digitales: ¿nuevas pedagogías para leer y escribir? Conversación con Anne -Marie Chartier. Clase 10. En Posgrado Lectura, escritura y educación. FLACSO Virtual Argentina.
Chartier, R. (1999) Historia intelectual e historia de las mentalidades. Trayectorias y preguntas. El mundo como representación. En El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación. Gedisa.
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