Neurociencias y proceso de enseñanza/aprendizaje en Ciencias Naturales

Cualquier docente comprometido con su vocación (y amante de su profesión) habrá comprobado que: los estudiantes motivados aprenden más y mejor, el aprendizaje personalizado da mejores resultados, la apropiación de los conocimientos varía según la hora del día, la experiencia refuerza el aprendizaje pero la memorización no, y un largo número de etcéteras.

Es así como la Neurociencia de la Educación, (disciplina producto de la convergencia de distintas vertientes de conocimiento), viene a respaldar lo que (casi intuitivamente), ya sabían los «viejos pedagogos» de la Escuela Nueva o del Constructivismo. Esto es: cuando se enseña de manera correcta, el cerebro se «enciende» en zonas específicas, ( esto fue respaldado por las nuevas y mejoradas tecnologías de diagnóstico por imágenes), y el alumno realiza aprendizajes significativos.

Pero… cuál es la «manera correcta». En el caso específico de las Ciencias Naturales, necesariamente se ponen en juego capacidades y actitudes requeridas para lograr la Alfabetización científica en particular, y para cualquier tipo de aprendizaje en general. A saber: la capacidad de asombro, el ejercicio de la propia experiencia, el recurrir a saberes previos, jugar, anticipar, comparar, suponer, enriquecer el vocabulario con terminología específica, hacer contacto con las emociones ( propias y las de los otros), y podría continuar así con una larga lista de requerimientos.

En nuestra experiencia personal,( Cátedra de Ciencias Naturales y su Didáctica 1), la experiencia diaria en el aula ( y en otros espacios durante nuestras salidas y paseos), nos indica que las Neurociencias del Aprendizaje están aportando herramientas que funcionan, ( y mucho). Como ya lo habían descubierto María Montessori y Juan Enrique Pestalozzi en el siglo XIX, cuando ni en sus mejores sueños podrían haber imaginado que algún día se iba a poder observar el cerebro de un niño en el mismo instante en el que aprende. Esto gracias a la PET ( tomografía por emisión de positrones), y a la RMf ( resonancia magnética funcional).

Imagen que acompaña al texto: visualización de las zonas del cerebro activas en el momento de la realización de la PET

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