En este breve discurso, analizaremos la noción de aula heterogénea como una categoría de organización escolar capaz de producir los procesos de aprendizaje. Hablar de heterogeneidad no solo se hace referencia al aspecto físico sino también a otras dimensiones según nos acerca Brikner: aspectos afectivos, habilidades motrices, capacidad de aprender, conocimientos previos, estilo de aprendizaje, variables de
personalidad, necesidades personales, nivel estilo y habilidades de pensamiento, entre otras… (Anijovich, Malberger y Sigal; 2007, 25)
A partir de estas diferencias y diversidad de modos de ser, el riesgo del paradigma homogeneizante fue en todo caso haber focalizado el aula y la enseñanza en aspectos meramente cognitivos, perdiendo la posibilidad de visualizar otros aspectos no menos valiosos e importantes que tienen que ver con lo social, con el despliegue de posibilidades personales y afectivas y que al mismo tiempo no dejan de ser objetivos que busca alcanzar la vida escolar. En contraposición al modelo homogéneo el desafío será que a partir de la diversidad en las aulas, el oficio de enseñar por parte de los docentes se realice desde la utilización de variadas estrategias que se concreten según sean las condiciones y posibilidades que presenten los estudiantes (Anijovich, Malberger y Sigal; 2007, 25).
1.1 Autonomía, capacidad y meta a trabajar en las aulas heterogéneas
El supuesto teórico fundante del enfoque de aulas heterogéneas es que todos pueden aprender. Ello hace pensar que la diversidad tendrá que ser la oportunidad de poder interactuar en medio de las diferencias, buscando ser protagonistas activos del aprendizaje y el docente tener una expectativa positiva con una actitud capaz de pensar más en las posibilidades y la capacidad de aprender por parte de sus estudiantes (Anijovich 2016; 27). Para ello es necesario romper con pensamientos limitantes que van poco a poco rotulando a los estudiantes y haciendo que el impacto de su desempeño sea cada vez menor en la medida que no se valorice y la dedicación y la puesta en marcha de una actitud para el trabajo de la diversidad (Anijovich 2016; 28), donde desemboca la actitud de trabajar con aulas heterogéneas hasta adquirir una cierta autonomía de trabajo en el aprendizaje y alcanzar a la vez una actitud cooperativa capaz de socializar el recorrido y la trayectoria de aprendizaje (Anijovich 2016; 37).
En principio analizaremos qué implica lograr una determinada autonomía en relación al aprendizaje. La autonomía de aprendizaje es la capacidad para la toma de decisiones en aquello que respecta a la apropiación de contenidos y el modo en que se orienta dicho aprendizaje a fin de lograr una determinada calidad de los mismos. En la medida que el estudiante lo pueda alcanzar cada vez con mayor conciencia a través de un trabajo podríamos decir metacognitivo, tendrá la habilidad para llegar a reflexionar finalmente sobre su obrar a la hora de apropiarse del conocimiento (Anijovich, Malberger y Sigal; 2007, 33). Sin embargo la autonomía en el aprendizaje va de la mano con el trabajo colaborativo. En
definitiva es una actitud que redunda para la vida en general en sus diferentes roles, sean laborales, profesionales, etc. (Chica Cañas; 2010, 171).
“Por lo tanto, se debe aprender con el otro para potenciar la inteligencia creativa, imaginativa, sintética, disciplinar, la ética y el respeto a la otredad. Esto implica desarrollar habilidades y estrategias de aprendizaje cognitivas, metacognitivas, socioculturales, éticas, contextuales y ciberculturales.”
Chica Cañas 2010; 194
Ello implicará que la gestión del aprendizaje del estudiante sea un largo proceso que permita lograr la emancipación desde un camino autorregulado en el cual pueda desarrollar determinadas habilidades, hábitos de estudio, desarrollo y conocimiento de inteligencias múltiples, madurez en las relaciones interpersonales que favorezcan un sentido moral en el cual se pueda crecer en la actitud colaborativa a fin de socializar el trabajo intelectual y asumir una actitud de respeto para la convivencia comunitaria (Chica Cañas, 2010, 172).
¿Cómo lograr esta utopía actitudinal ante el aprendizaje autónomo si no es desde un repensar el rol docente y su estrategias de planificación de actividades de enseñanza que luego impactarán en la clase frente a sus estudiantes?
A partir de una construcción flexible de su planificación, el docente brinda diversas oportunidades a sus estudiantes y a los mismos tiempos estos puedan analizar qué tareas podrán llevar adelante y qué caminos tomar para resolver las actividades. Ello implicará que los estudiantes puedan a fin y al cabo terminar por organizar sus tiempos en forma personal y grupal en base a la diversidad de consignas y de materiales, sentirse partícipe de las actividades presentadas como así también de la evaluación (Anijovich, Malberger y Sigal; 2007, 19).
En este sentido es fundamental compartir como docente con los estudiantes, los objetivos que tengan como direccionalidad la autonomía de trabajo y lograr analizar qué implican poder lograrlos, cómo se evaluará a través de la metacognición.
Por otra parte las actividades propuestas no implica diversificarlas sin sentido. En todo caso deberán ser auténticas y originales en lo posible, a fin de poder favorecer que los estudiantes puedan conectar con lo que creen, piensan, les interesa, con lo que los interpela y de esta manera hacer que las actividades a realizar tengan un horizonte de sentido para lo que los estudiantes realizan (Anijovich, Malberger y Sigal; 2007, 34).
Es importante gestar el interés por participar en forma individual y grupal dejando lugar que propongan y sugieran nuevas actividades en base a sus intereses y expectativas denotando una actitud crítica cuando se traten problemáticas ya sean sociales, políticas, económicas, culturales, de origen natural y tecnológicas del entorno local y global, a los fines de adoptar una actitud de participación no solo individual sino también colectiva.
Pensar en el desarrollo de capacidades autónomas es poder dar lugar a la utilización de múltiples recursos a fin de tener presente la diversidad de inteligencias (Gobierno de Córdoba, Ministerio de Educación, Subsecretaría de promoción de Igualdad y Calidad Educativa; 2018, 17).
Estas habilidades no se logran sino en una suerte de progreso de la que será necesario transitar desde una actitud más controlada por parte del docente a una fase más autónoma, en la que el estudiante se descubra parte de su proceso de aprendizaje a través de la reflexión y llegue así a ser protagonista de su aprendizaje.
De esta forma la autonomía de trabajo escolar va de la mano de la metacognición, qué es y cuál es su alcance en el ámbito pedagógico, es el punto que desarrollaremos en el próximo post.