Actualmente el rol del educador está bajo una mirada muy comprometida, en el sentido que para posicionarnos en esta tarea debemos prepararnos conscientemente para hacer frente a las diversas y conflictivas situaciones a las que cotidianamente nos enfrentamos.
Pensar en la educación como un arte habilita a reflexionar que no solo impartimos conocimiento, sino que, y lo más importante, somos artesanos del ser, ese ser que podemos transformar.
Lo atractivo es no olvidarnos ni desvirtuar el rol educativo, a pesar de las reformas de las épocas. De esta manera podremos llamarnos verdaderos maestros, profesionales o docentes. En una palabra, educadores.
Decir que la escuela es buena es decir algo positivo. Porque la designamos como algo que es útil, provechoso y beneficioso con un propósito concreto: educar. La escuela tiene como fin propiciar aprendizaje, conocimientos y formar a los alumnos para la vida. La escuela debe apostar a una educación para el futuro, favoreciendo en los estudiantes una preparación para poder desenvolverse para la vida. De este modo garantizar una formación integral, desafiar al futuro como lo expresa Antelo: “como docente transformador de seres”, tarea que puede llevarse a cabo, para preparar a los alumnos como ciudadanos responsables.
Encontrar una buena escuela es algo posible, porque nuestro rol docente se consolida con propósitos firmes y conscientes entre los que hacemos hoy de la escuela y quienes podemos definirla como buena.
Efectivamente, no se trata de dar soluciones a todas las demandas sociales de estos nuevos tiempos, sino de poner en marchas estrategias y líneas de acción para que la enseñanza que los niños reciban, se consoliden de manera duradera y estable. Solo así, se cumplirá el objetivo primordial cada vez que un joven pueda incorporarse a la sociedad, con la certeza de proyectarse en un futuro seguro. En consecuencia, puedan dar respuestas a las necesidades cotidiana e insertarse en la vida laboral y o continuar con estudios superiores.
Cotidianamente nos encontramos antes situaciones diversas, problemáticas y desafiantes al situarnos en los escenarios escolares. Si hacemos referencia a la frase «educar en los nuevos tiempos», focalizamos nuestros propósitos en el hombre al que pretendemos educar, sumergido en una cosmovisión historicista.
Por consiguiente, hoy, la educación se perfila como la herramienta fundamental para el desarrollo económico del hombre. Desde siempre, el hombre y la educación se entrelazaron relacionándose íntimamente entre sí, porque el hombre es un ser educable e inacabado.
Así, a la escuela le corresponde ofrecer a los estudiantes aprendizajes significativos atendiendo a la diversidad, y a procurar el acto de pensar.
Finalmente, a la educación, le queda una tarea firme, constante y persistente en desdoblar la apuesta: lograr que los alumnos puedan descubrir en el acto educativo su plenitud como personas socialmente capacitadas. Y mediante ese descubrimiento permitirles pensar, llegar a su propia existencia del ser y no hacerlos involucrar en una educación que no eduque, que solo los forme para el trabajo, el consumo de medio.
Referencias bibliográficas
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Antelo, E. (2004). ¿qué quiere usted de mí. Lo incalculable en el oficio de enseñar. En Revista la educación en nuestras manos (72).
Material audiovisual complementario